‘Hatfields & McCoys’, la triste realidad

Vaya por adelantado que este es un blog sobre televisión y no sobre história, así que nuestro cometido no es analizar la veracidad de una obra como Hatfields & McCoys, sino simplemente basarnos en las reflexiones de otros sobre este aspecto. Con esto, no podemos sino alegrarnos de ver que una obra, según los expertos, muy fiel a unos hechos históricos tan significativos como la guerra de facto entre estas dos famílias haya resultado tan entretenida y, de paso, nos haya ofrecido un reparto sólido y en algunos casos sorprendente.

Quizás esta veracidad histórica nos impida en algunos momentos mantener los típicos puntos de estabilidad que cualquier serie necesita. Se trata de estos elementos recurrentes que sirven de apoyo para ubicarse en un producto televisivo y que en este caso no han aparecido demasiado, debido a la realidad, evidentemente, menos televisiva.

En general, esta mini-serie del canal de cable History está, primero, correctamente rodada y, segundo, bien interpretada. El único pero es que adolece en algunos momentos de ser, supongo, demasiado fiel a la realidad, hecho que nos lleva a momentos algo innecesarios, momentos excesivamente románticos y, sobre todo, momentos demasiado trágicos.

He aquí el elemento característico de esta producción: la historia nunca acaba bien.

A transmitir este punto de triste realismo ayudan un elenco extremadamente ámplio (característica habitual de las miniseries con aspiraciones) que responde perfectamente a las necesidades de cada momento, siendo posible dar peso a personajes inicialmente muy secundarios que, con los años que pasan en la trama, adquieren mayor protagonismo en esta batalla sin sentido.

Sinceramente, ya esperaba una buena actuación de los dos cabezas de cartel: Kevin Costner y Bill Paxton, en parte porque dentro de mí sabía que podían y en parte porque tocaba. Lo que sorprende más es el buen hacer de alguien como Tom Berenger (como pasan los años…) y la capacidad de algunos jóvenes para mostrar una consistente paleta emocional. Aunque sí, hay lagunas.

En general, un producto sólido, bien rodado y con un resultado más que aceptable. Sobre todo destacaría el ritmo, la tensión y, en algunos momentos, la absurdidad, tan ligada a las peleas entre familias. Para algunos pecará de dramático, de oscuro en el sentido más humano del término, pero ¿no es acaso oscura la historia? ¿No son oscuras todas las batallas entre famílias que, a lo largo de los años, han apilado muertos en sus sótanos y armas en sus cobertizos?

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Finales de temporada 2012: comedias

Prometimos un rápido repaso a la temporada 2011-2012 y esto haremos. Como tenemos mucha ‘chicha’ pendiente, organizamos las series por género y estilo. Sé que muchas, supongo que todas, os parecerán merecedoras de un post específico, pero el día tiene un número determinado de horas y uno tiene que ganarse la vida, así que, tomad la buena voluntad y, eso sí, completad todo lo que queráis en los comentarios, que para eso están.

Cómo conocí a vuestra madre

Una de las habituales en este blog, la única que ha sabido aguantar la etiqueta de ‘sustituta de Friends’ y que nos ha conseguido hacer reír y, a la vez, emocionar.

La temporada: Difícil valorar esta serie, teniendo en cuenta que está más cerca de pasar al post de los dramas. Sigue haciéndonos reír, pero ese tono algo más dramático hace que nunca sepas que verás. Calidad la tiene, pero quizás le iría bien un final más pronto que tarde, antes que pierda ese punto intermedio. Como drama no funcionaría.

El final: Tramposo, falso e innecesario. Todos sabemos de las trampas habituales de la serie, pero llega un punto que ya cansan. A veces estos giros son previsibles y, lo peor, dejan poso agrio puesto que el OK a algunas implica el adiós a otras que tampoco caían mal.

The Big Bang Theory

Comedia clásica, de 20 minutos, fácil, digerible y repetitiva. Aquí cada uno tendrá su punto de vista, pero cumple con creces su cometido: hacernos reír pero no pensar.

La temporada: Muchas dudas sobre los roles femeninos y, creo, a veces infundadas. Lo que está acusando más la serie no es la aparición de mujeres, sino el exceso de personajes. Nos reíamos más cuando veíamos las tonterías de los cuatro amigos que no ahora, que son muchos y les perdemos el hilo. Igualmente, río menos, pero aún me río.

El final: Cero absoluto. Cero interés, cero emoción, cero novedad, cero repercusión. TBBT nos tenía acostumbrados a finales raros, que apuntaban a cambios y desaparecían. Esta vez ha tenido un final más clásico (con boda) pero le ha faltado el típico cliffhanger falso. Sinceramente, un capítulo más.

Modern Family

Serie fina, resultona, con facilidad para la carcajada y para la sonrisa, pero muy blanca. No le pedimos que nos haga pensar ni que flagele la sociedad americana actual. Funciona sobre ruedas y ella sí sabe encontrarle el punto a tantos personajes principales.

La temporada: Parece que estemos aún en la primera temporada, aunque más engrasado todo. En Modern Family nada cambia, pese a que abren argumentos que hilen un poco más los capítulos. En general, no le hace falta. Veremos cuando los momentos vitales (sobre todo de los críos) empiecen a ser otros.

El final: No es habitual acabar con cliffhanger esta producción. Normalmente el último capítulo es una película familiar de domingo tarde… y esta vez ha sido lo mismo pero con un mínimo gancho final. El resto, lo justo y esperable.

Community

Gran serie, buena producción, algo afectada por las cancelaciones y renovaciones nunca ejecutadas. De todas, la más compleja y arriesgada, pero a la vez muy cómica en sus referencias a la cultura y audiovisual actuales.

La temporada: Bien en cuanto a valoración general, pero afectada (como comentaba algún lector) por unos cuantos personajes cada vez menos dibujados. Sobran muchas veces las locuras de Chang (genio y figura, a la vez que cansino a momentos) y los coletazos extremadamente burros de Britta, que pide a gritos un cambio o eliminación.

El final: Buen series finale, no sé si servirá tanto para un season finale. Difícil pensar en un colofón más redondo para Community, aunque no fuese 100% divertido.

Paramos aquí, muchas quedan en el tintero, pero por encima de todo, quedan muchos temas que comentar, así que no os cortéis, seguro que tenéis algo que decir.

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La series son para el verano (II): Las series de la pereza

Seguimos con el repaso veraniego seriéfilo. Si en la primera edición abrimos con series típicas de verano (por estilo, por ambientación, por tono…) ahora toca otro aspecto típico del verano: el ‘ponerse al día’.

Horas y horas de canícula, pocas ganas de pasear, barrigas llenas… todo esto y mucho más redunda en un concepto: pereza. Esa arma de doble filo nos lleva a tirarnos en el sofá a ver muchas horas de televisión que, viendo el descenso drástico de estrenos, se convierte en horas y horas de series que dejamos atrás por distintas razones. Así que tenemos unos meses para recuperar productos que quedaron descolgados.

Pero si os trasladáis cuatro líneas más arriba (que largo me hago…) recordaréis lo del doble filo ya que la pereza también nos lleva a apartarnos de ‘grandes series’ por distintas razones. Hoy las repasamos.

Por lentas

El verano y, porque no decirlo, la triste vida diaria, nos reclama diversión y ritmo y en muchos casos las ‘grandes series’ tienden a bajar las revoluciones para recrearse en las ambientaciones, sentimientos y estética. Por eso productos (habitualmente del cable) como The Killing pueden dar mucha pereza a algunos. La verdad es que la primera temporada pecó de sinuosa, como esas carreteras que deberían llevarte a la cumbre de una montaña pero se empeñan en dar vueltas y más vueltas en la subida. La duda, siguiendo con el símil, es si el ascenso sería igual de atractivo si hubiera una vía rápida directa a la cima.

Otros ejemplo pueden ser la, a mi parecer, algo sobrevalorada Homeland (que tengo pendiente comentar). En ambos casos sorprende que el telón de fondo sea algo tan habitualmente activo como la investigación de un gran caso y en cambio el ritmo sea tan lánguido. En este grupo podríamos sumar series especiales que destacan por ser más diesel que gasolina: The Sopranos, The Wire, Boardwalk Empire o hasta maravillas iniciáticas como Twin Peaks… En todos estos casos debería decir que uno debe saber dónde se mete antes de empezar. Si eres consciente de lo que vas a ver todas son apetecibles. Eso sí, ni de noche, ni a la hora de la siesta.

Por largas

Cada uno se guía por lo que se guía, pero una cosa que preguntamos todos cuando nos recomiendan una nueva serie es: «¿Y cuántas temporadas tiene?». Objetivamente, probar algo es bueno, pero por mucho que te gusten experiencias nuevas, nadie se compra un vale de cincuenta comidas para un restaurante keniata. Con las series pasa lo mismo. Empezar de cero es difícil, aunque sea con obras maestras como Expediente X, Alias, House, 24, Doctor Who… Todas ellas (sobre todo si son de 24 capítulos por temporada) son buenas, no son lentas, pero es imposible comenzarlas sin pensar en el número total de capítulos.

Aquí deberíamos separar las comedias, ya que al tener generalmente un menor componente seriado sabes que no vas a tener tanta necesidad de seguir adelante si la cosa no funciona. Además la mayoría son de capítulos cortos, 20 minutos. Son como un amor de verano: corto, cómodo y poco serio.

Por canceladas

Si nos cuesta empezar algo sabiendo que va a ser largo, aún nos cuesta más empezar con algo que sabemos que nos va a dejar a medias (aquí no voy a hacer el símil fácil). En muchos casos el producto es válido y hasta bueno, pero el contexto lo llevó a la cancelación y ahora empezar con él es difícil.

Estoy pensando en casos recientes como Lights Out o mitos como Carnivale, pero también experimentos que me gustaron pero hasta yo dejé a medias al saber que ellas me dejarían igual, como Pushing Daisies, Los 4.400 o Rubicon. En este sentido recomiendo un post más extenso sobre el tema de la gente de ¡Vaya Tele!. Para mí las series inacabadas son las que tienen el peor handicap, el más difícil de vencer, aunque todo el mundo nos diga que son obras maestras. Eso sí, importante dejar a parte series que tuvieron un final demasiado pronto pero conclusivo como (y apuntadla a fuego en vuestra mente) Studio 60.

Por fans pesados

Esta lista depende más de vuestro entorno, pero todos sabemos que hay productos que generan fans. Esto significa que son buenos en general, pero generan un efecto rebote: me reboto de los pesados que se ponen.

Series muy seguidas, reconocidas, pero demasiado comunes como House (que repite), la maravillosa Dexter, de culto como Breaking Bad o más actuales como Game of Thrones. Todo este hype nos lleva a generar unas expectativas que sabemos que lo más fácil es que no se cumplan, así que preferimos ya no darles una oportunidad. O simplemente posponerlas aún más, para cuando la gente nos deje en paz y las veamos más de cero.

Por raras

Hay productos difíciles de catalogar y que, por extensión, nos piden más tiempo para ponernos en sintonía. Se trata de series que suelen juntarse con el punto anterior, ya que al ser tan específicas tienen grandes fans. Estoy pensando en productos de humor británico (en su máxima extensión) desde el clásico con The Monty Pythons Flying Circus o The IT Crowd hasta la vena actual decadente del tan aclamado Ricky Gervais. Yo personalmente también añadiría productos híbridos en los que no sabes con que te quedas (Breaking Bad, True Blood,…).

Por todo un poco

Aquí vienen las que todos echáis en falta. Y es que hay series que cumplen con casi todos los ‘problemas’ anteriores. Pese a eso, esta lista es quizás la más obligatoria, puesto que son series que lo tienen todo, también en calidad. Me refiero a series con fans tan entregados como los que genera la larga The West Wing (El Ala Oeste de la Casa Blanca), magnífica obra semi-documental del día a día de un equipo político y comunicacional del gobierno americano (nótese que hablo del equipo, no de las a veces demasiado americanas -en el mal sentido- decisiones del presidente). También hablo de series largas, un poco raras y demasiado trilladas como Lost, un producto que todo seriéfilo debería ver, pero que ningún seriéfilo quiere empezar. Otras que sumaría a la lista serían Mad Men, a la que creo que le está haciendo demasiado daño su punto ‘de culto’.

Está claro que la pereza es individual, así que adelante, completad las listas. Venga, que son dos minutos!

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Las series son para el verano (I)

Después de un tiempo de retiro espiritual por imperativo laboral, vengo y me encuentro que ya estamos en verano. Lo normal sería intentar poner TeleDiscreta al día con las críticas de los finales de temporada… pero ya vamos tarde, así que no viene de un tiempo más y mejor aprovechamos que llega esa época maldita en que las novedades caen en picado y los seriéfilos tenemos que hacernos la mítica pregunta: «¿qué series tengo pendientes?».

Y es que el verano es el momento ideal para ‘ponerse al día’ con series que no hemos empezado o que han ido quedando por el camino como series menores y que no merecían tener un lugar en el frenético mundo de la temporada regular. Aquí empieza una minisección de series para el verano, dónde comentaremos productos que nos vienen en mente, ya sea porque su tono ligero y medio-playero las recomienda, ya sea porque son series que dan pereza, ya sea porque son series que empezaron flojas y dejamos atrás, ya sea porque pasaron desapercibidas en su momento… Hoy estrenamos con las primeras, las series típicas de verano.

Burn Notice (Último aviso)

Serie perfecta para el verano, puesto que une los dos elementos clave: ligereza y ambiente playero. Para hacernos una idea, es una mezcla entre Magnum y Alias, cogiendo de la primera el estilo del protagonista y el tono ambiental y de la segunda la acción y los tics conspirativos.

Esta serie, típico ejemplo de USA Network, acompaña perfectamente esas tardes de canícula, trufadas de cervezas, tumbonas a medio estirar y no-siestas que parecen siestas. Pese a todo, su estilo desenfadado casi paródico y el carisma de su protagonista (y de la mayor parte de secundarios) le atorgan un salto de calidad para ganarse su sitio en una época de neurona floja, pero aún existente.

Entourage (El Séquito)

Intentamos seguir con el modelo: ambiente de verano y tono desenfadado. Creo que su rol de medio-comedia puede ser ideal para el verano (es en la época que la empezé yo hace un par de años o tres). Capítulos cortos, mucha broma algo subida de tono, caras famosas, bañadores, triunfadores… todo pensado para despertar en nosotros una envidia que, con el tiempo, se convierte en aprecio.

Quizás faltada de algo más de sol en algunas de sus temporadas, Entourage representa un estilo de serie HBO más light del habitual, pero que mantiene ese punto de ‘sé de lo que estoy hablando, aunque lo diga a coña’. Ideal para los amantes del proceso más que del producto, ya que muestra todo el ritmo y acelerones del mundo ‘destrás de las cámaras’. Finalizada y pendiente de la película que un servidor no se perderá por nada del mundo.

Psych

Podría haber sido Castle, podría haber sido El Mentalista, podría haber sido Bones o hasta The Finder. Eligo Psych por su ambientación y su mayor componente humorístico en el procedimental típico, pero éste es, como género, ideal para las vacaciones de verano. Fórmula repetitiva, sorpresa mínima, argumento y mitologías limitadas… todo a punto para digestión rápida y sueño largo.

Los habituales sabréis que sigo siendo fan de los procedimentales, me va lo fácil y ese punto de comicidad y de buen rollo y el verano es su época idónea (como lo son los domingos por la tarde). En función de vuestros gustos decantaros por una opción o por otra.

A parte he dejado las comedias puras, en general urbanas, así como las series más antiguas que, quizás, tengan su lugar en un post futuro. Ahora os toca a vosotros añadir series típicas de verano por tono y por ambientación.

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‘Fringe’, lista para la quinta y última temporada

imagen de Fringe

Ya sabéis los habituales de TeleDiscreta que no solemos comentar las noticias que copan la actualidad televisiva (no tenemos infraestructura para ello), pero Fringe (a la que en su valoración general podría por encima de Lost) se lo merece.

Más de una vez hemos comentado que el problema no es acabar una serie tarde o temprano, sino sobre todo acabarla sin saberlo con tiempo. Ya fue un acierto saber que Dexter tiene final establecido y ahora nos llega la noticia que Fringe renueva por una quinta y última temporada.

La verdad es que esta temporada está siendo más floja de lo habitual en la serie, que hasta ahora había podido aguantar la crisis de audiencia sin remodelarse (exceptuando algún descenso de presupuesto). En esta cuarta hemos visto un Fringe dubitativo, que ha intentado cargar más con los casos episódicos, intentando dar una oportunidad a los nuevos espectadores, pero sin perder su trasfondo global. La apuesta resultó un error ya que lo más valorado de la serie de FOX ha sido su capacidad de mantener el equilibrio entre argumentos episódicos y mitología transversal.

No me pararé a valorar los distintos movimientos en la trama, ni los multiversos, ni los saltos temporales, ni tantas otras cosas que, ya puestos, podemos esperar a evaluar el año que viene, con todo cerrado. Me limitaré a poner de manifiesto que una serie que FOX ha respetado por encima de las audiencias merecía aguantar el respeto hasta el final, dándole la oportunidad de terminar cara a cara con la audiencia, por activa y a calzón quitado, y demostrar si merece ese lugar que algunos le damos en el Olimpo de las series.

Eso sí, que nadie lo dude, ahora la presión es máxima para los responsables de la serie que no tienen excusas ni escudos. Tienen 13 episodios más garantizados, no habrá elementos externos. Ahora depende de su pluma si Fringe será lo que creemos que puede ser.

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Buenafuente se abre… pero no cambia

Vaya por adelantado que he sido seguidor de Andreu Buenafuente desde que empezó en TV3 con esos magníficos programas de humor con títulos tan imposibles de olvidar como Sense Títol o La Cosa Nostra. Lo digo porque toda valoración que intente hacer estará condicionada por este bagaje que algún papel jugará. Lo que no sé es si será en positivo o en negativo.

Cuando nos enteramos que el retorno de Buenafuente sería en Antena 3 y con un programa en prime time muchos lo celebramos. Si por un lado sabemos que el showman español por antonomasia tiene un tipo de humor algo menos estridente que los principales programas de la actualidad, también somos conscientes que no se trata de ese ‘humor inteligente’ que suena tan manido y en realidad es tan escaso. Así que no podemos esperar grandes audiencias, pero tampoco es un producto minoritario. Antena 3 no juega a ganar, pero tampoco se cierra a dar la cara.

En el primer programa se notó demasiado esta ambivalencia. Si por un lado mantienen las señas de identidad intactas -y aún válidas- con el impecable monólogo y los personajes entre surreales y casposos, por otro lado parece que todo deba ser algo más espectacular o llamativo. No sé si soy el único, pero eso de medio vestir a los invitados y hacerles ‘pruebas’ algo denigrantes me suena demasiado al estilo Hormiguero.

Lo pudimos ver con los invitados, algunos ‘amiguetes’ típicos de Buenafuente (Arguiñano, Adriá, Javivi…) y otros que ‘toca’ por popularidad o por grupo empresarial (Eva Hache, Florentino Fernández…).

Que no se me malinterprete. En ningún momento digo que el equipo del Terrat haya traicionado su estilo ni adoptado otros modelos, pero sí que me pareció que el equilibrio previo se había remodelado para darle un tono más ‘popular’.

Aquí debo destacarel papel de Jose Corbacho, que algunos nos recordó mucho a sus inicios haciendo de Sebas en la tele catalana. Siendo el de siempre es lo más exagerado, loco y espectacularmente cutre del Terrat, así que da perfecto en el modelo ‘lo mismo de siempre, pero algo más vistoso’.

Pero, ¿funcionó?

Ésta y no otra era la gran pregunta. Buenafuente modifica los porcentajes sin variar los componentes, pero ¿el resultado sigue siendo bueno? En general creo que sí. He de decir que me pareció ver momentos de falta de ritmo en el propio Buenafuente (qué bien acostumbrados que nos tiene que notamos un par de semi-fallos en hora y media de programa…) y que salieron algunos personajes que sobraban totalmente y que no tenían ni pizca de gracia (unos Arancha Sánchez-Vicario o Froilán de vergüenza ajena), pero en conjunto, y para ser un primer programa, el resultado apunta maneras. Veremos si las ideas fluyen más en otras ediciones y si saben encontrar y promocionar lo que les funciona mejor (esos gags más elaborados como La Casa de Bernarda Alba con humoristas poniéndose cómicamente en serio).

Ahora falta ver cómo responde el otro equilibrio, el de las audiencias, ya que los domingos son un día de sana y muy correcta competencia (ya lo sabéis los lectores habituales de TeleDiscreta que lo habéis leído aquí y aquí). Alguién tiene que dejar de ver cosas más que convincentes como la perpetua Aída (que resiste pese a baches y bajones) y el fortísimo Salvados de Jordi Évole. No sé si será así, pero me huelo que Antena 3 tendrá más paciencia de la habitual con alguien a quien conocen bien y a quien, seguro, compraron sabiendo qué sería y como funcionaría.

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‘The Walking Dead’ parece que deja de ser The Talking Dead

Conseguí aguantarme y no publicar post antes del final de temporada… y fue un acierto. Durante la primera mitad de este segundo año muchos hemos sido los que nos hemos aburrido enormemente con las tertulias innecesarias de unos personajes que no sé si nos dejaron de interesar o directamente pasamos a odiar. Y es que lo que antes era «esa interesante The Walking Dead» pasó a ser «ese tostón de The Talking Dead».

En primer lugar tengo que decir que el problema de la serie de zombies no ha sido ni hablar demasiado ni tampoco ocultar a los bichos, sino hacerlo sin necesidad y sin ritmo. Las lentas conversaciones no son malas ni buenas, lo que las convierte en malas es su contenido inexistente y demasiado forzado. Cualquier producto sobre muertos vivientes que se precie tiene que abrir ese debate sobre religión y sobre el ser humano, pero no hace falta que lo haga explícitamente. No me creo que alguien acosado por estos monstruos se pare a hablar abiertamente de Dios con un pastor en una puesta de sol. Demasiado forzado.

Esto ha ido en detrimento del ritmo de la serie, que se ha ralentizado y ha sufrido de extraños baches incomprensibles que aún han acentuado más nuestro malestar, ya que nos recordaban el potenciar que tenía.

El cambio

Todo esto pasaba hasta el retorno después del parón que coincide con Glen Mazzara tomando sólidamente las riendas de la serie antes regida por el látigo de Frank Darabont. Y que conste que digo coincide, pues creo que achacar la mejora al cambio de showrunner es algo osado, puesto que desde fuera no lo sabemos con exactitud.

La verdad es que no teníamos esperanza que el ADN de la serie voliviese a ser el mismo. Sabíamos que eran posibles momentos brutales como el cliffhanger antes del parón, pero lo que hemos visto ha sido más que eso. Ya desde el capítulo Nebraska, con esos momentos en el bar, nos pareció que la serie ganaba músculo y se ha confirmado.

Ese final en alto de temporada, con muchas cosas pasando en paralelo y todas con sentido, ha sido más que una escena, ha sido un tono completo de más de un episodio. Veíamos lo que pasaría (excepto en alguna sorprendente muerte, todos sabéis cual), pero lo importante fue que pasó a lo grande. Y eso es The Walking Dead.

Personajes, el eslabón débil

La serie de la AMC nunca ha destacado por la solidez de sus personajes. Hemos tenido interesantes secundarios (alguno de ellos ya devorado por zombies), pero el núcleo central ha sido extremadamente flojo. Ese protagonista a medio hervir, su mujer que molesta tanto como lo hizo en Prison Break, un niño a medio camino con un osito amoroso y un terrón de azúcar… Sólo salvábamos la oscuridad interior de Shane.

Esa oscuridad es la que nos mantenía atentos, ya que sabíamos que se extendería al resto, como así ha sido, aunque sea aún pronto. Y es que en una situación apocalíptica cuesta creer que la gente sea tan blanda, con tan poco nervio. Durante esta segunda temporada han aparecido trozos de carne para zombie que pretendían ser secundarios y no llegaban ni a figurantes con frase. Es verdad que hacía falta más humano para alimentar a los muertos vivientes, pero ya puestos les podían dotar de algo de interés.

Aún así, el optimismo no debe perderse nunca y el último episodio dejó una muy buena base para mejorar la complejidad de los personajes. Andrea, Rick, Carol, Hershel aún pueden darnos mucho y los han dejado en pleno cambio de personalidad, cosa que nos deja aún con más ganas que llegue el otoño y podamos retomar una serie que, después de un gran bache, pinta que va a mejor.

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‘Community’, la ácida y necesaria irregularidad

Hace unos meses hablamos del final de temporada de Community y tengo que decir que, pese a ser una gran temporada, no ha cambiado mucho nada: es una gran comedia pero muy irregular.

Ya comentábamos que los chicos de Greendale tienen dos tipos de capítulos: los raros y los extremadamente raros. Entre los primeros están los que desprenden ese aire Parker Lewis Can’t Lose, con momentos surreales, personajes estrambóticos y un argumento irrelevante. Entre los segundos está lo mejor de la serie, los capítulos especiales, pequeñas joyas que no vienen a cuento pero están bien cuajados.

Lo mejor de lo peor

Lo que rompe la tónica es que si digo que ésta está siendo una gran temporada es precisamente por los episodios más típicos, los ‘malos’. Los especiales siempre han rayado a gran nivel, con apuestas realmente raras y que gustarán más o menos pero siempre son interesantes de ver, pero los capítulos regulares de la última temporada habían sido muy muy flojitos. En esta tercera vemos que cada vez abundan más los capítulos extravagantes, pero también que los normalitos tienen dos virtudes: son más locos y son más ácidos.

Es de agradecer que los productores de Community, pese a la espada de Damócles que siempre han tenido encima con las audiencias, hayan decidido apostar más fuerte por sus virtudes, en vez de ‘normalizar’ una serie rara por si misma. La apuesta más simple hubiese sido convertir el producto en un estándar, en una comedia más, intentando salvar los muebles y perdiendo o decepcionando, por el camino, a los fans de verdad. Pues no ha sido así, la compañía morirá con las botas puestas o vivirá para la eternidad… aunque ha estado más cerca lo primero que lo segundo.

De esta apuesta salen capítulos ‘malos’ mucho más interesantes, como Foosball and Nocturnal Vigilantism, que no se acerca ni de lejos a las perlas de Community, pero que no deja tan frío como los no-capítulos de la segunda temporada.

Hay un futuro

Con esta vía tomada, con un punto más de acidez (en vez de poner todos los huevos en la cesta de las referencias audiovisuales de Abed) y con casi todos los personajes más bien situados (lástima que por el camino hayan ejecutado a Britta convirtiéndola en un papagayo insulso) el futuro de Community ahora se ve mejor. Bien, en realidad se ve igual de mal porque las audiencias siguen flojas, pero si la NBC decide mantener la apuesta es porque no van a dar un giro de 180 grados en el último momento, así que tenemos ESTA Community hasta el final, en vez de tener un producto típico con el nombre de Community.

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El Síndrome del Diógenes Televisivo

«- Hola, me llamo Arnau y tengo un problema.»

«- Lo primero es admitirlo.»

Ya sabéis que en TeleDiscreta no solemos hablar en primera persona… pero hoy será distinto. Y es que hay una enfermedad que día a día afecta a más gente entre el ejército seriéfilo, a mi el primero. Se trata de un síndrome que provoca la incapacidad total para abandonar cualquier serie, aunque represente una tortura mayor que aguantar media hora de Resines rapeando. Es el que desde ahora (y sacado totalmente de la manga) se llamará: El Síndrome del Diógenes Televisivo (SDT).

Me estoy quitando

Hace años teníamos La 1 y punto. No había mucho para escoger. Después llegó el segundo canal y en unos años el proceso se aceleró y llegaron multitud de propuestas que se tenían que ver en directo. Mucho donde elegir, pero sólo una opción posible. Cuando llegaron el vídeo y, ahora, las opciones en streaming (legales) y algunas menos legales, se nos abrió la posibilidad de ver aún más productos y, sobre todo, no tener que elegir entre los que se emiten a la misma hora.

¡Qué bien! Pensamos muchos. Pero resulta que un gran poder conlleva una gran responsabilidad… o almenos cierto criterio para saber dejar atrás ñordos del tamaño de Prison Break última temporada. Y algunos, debido al SDT, tenemos una incapacidad crónica para quitarnos de series innecesarias, como si de una jeringuilla se tratase.

Lo peor de lo peor, señor

Si en Men in Black se elegía «lo mejor de lo mejor, señor, con honores señor», podemos decir que todo enfermo de SDT tiene su lista de «lo peor de lo peor». Se trata de series que, una de dos, o empezaron bien y se convirtieron en lejía para los ojos, o simplemente prometían algo que nunca dieron.

En mi caso (que espero que complementéis con vuestras experiencias en los comentarios), esta lista la ocupan principalmente los primeros productos, series que empezaron muy bien como Heroes o Prison Break y que fui incapaz de dejar, no sé si con la esperanza que terminaran mejor o si simplemente por adicción. En ambas, el final simplemente certificó que se han tirado por el water cosas mejores que estas series.

Otras piezas de esta lista podrían ser Falling Skies, TerraNova o, aún peor, The Event, aunque en las dos primeras se mezcla mi SDT con los gustos de mi mujer. En (pocos) casos el SDT tiene un elemento positivo: series que tienen un bajón, pero mejoran. Un par de ejemplos serían la primera mitad de temporada de Fringe o el tono familiar que mejora al final de Doctor Mateo o Chuck.

Pero no son las únicas, ni mucho menos. Un día empezé a ver una serie española que prometía mucho, no era el dramón habitual, ni la comedia tonta, sino un thriller con elementos oscuros y algo sobrenatural… lo sobrenatural es que fuese capaz de aguantar hasta el final de… El Internado! Increíble.

Por cierto, para los más entendidos y críticos: ¿Lost entraría dentro de estas series que se ven por hábito, pero resultan una tortura? Lo digo porque yo me levanté de madrugada para verlo en directo…

Criterio, criterio, criterio

Para los enfermos de SDT, que veo que seréis muchos (o al menos lo espero, para no sentirme tan solo) os diré que hay un antídoto: No empezar a ver ninguna serie que no pinte muy, muy bien. Así de simple… y así de imposible.

Para los que no tenemos criterio a la hora de dejar series, debemos tener criterio a la hora de elegirlas, de elegir a gente que sepamos que merecen ser leídos o escuchados a la hora de decantarnos por empezar o no con una producción televisiva. De esta manera podemos fallar, pero fallaremos menos.

Bueno, otra opción es no dejar de ver nada, pero puede significar convertirse en un hikikomori-televisivo-homeless… o ser directamente «el gordo de Megaupload», que creo que no es el caso.

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‘Spartacus’ vuelve a la arena

Hace ya un tiempo que tenemos pendiente hablar de Spartacus, una serie muy distinta al resto, que no pasará a la historia por su valor artístico, pero que cuando está bien puede hacerte pasar una buena horita delante del televisor (o en lo que sea que veas tu las series…).

Presentar esta mezcla de Roma y 300 es sencillo: luchadores estilo cruasán pegándose, pechos y otras partes pudientes al aire y algo de intriga palaciega. Ah, y sangre, mucha sangre.

Con estos mimbres parece que lo que tenga que salir sea un bodrio inaguantable más de 10 minutos, pero la verdad es que ya en su primera temporada la serie llegó a un equilibrio muy potable en que la sangre y la lucha predominaban, el sexo acompañaba y, por encima de todo, esa pequeña porción de intrigas y traiciones estaba sólidamente usada para ir enlazando los momentos de acción.

El desequilibrio

Este punto de proporción entre sus -tan básicos- componentes nos dejó una muy buena primera temporada, que no engañaba a nadie, pero tampoco ofendía al espectador. Bueno, excepto por el componente morboso, sangriento y altamente sexual, que viene en el adn y no debe discutirse ya que es la esencia de la serie. El problema fue que para la segunda temporada los productores tuvieron que sacarse de la manga una precuela debido a la enfermedad del protagonista, Andy Whitfield, que tristimente terminó con su muerte.

En esa segunda temporada la balanza se desequilibró. Esa fórmula que funcionaba no se repitió igual, cargando la serie con mayor perversión (sexual sobre todo) y en algunos momentos fallando estrepitosamente en la reencarnación de los personajes de más jóvenes.

Volvió Spartacus a la arena y todo cambió

Esta tercera temporada (o segunda según como se mire) tampoco planteó un buen inicio. Pequeños cambios de actores (que comentaré brevemente más adelante) y un entorno distinto, ya que el ludus y la arena del circo quedaban atrás, pero el intento de mantener la esencia. El problema fue que no es posible. Sin un entorno limitado y una ‘competición oficial’ en las luchas, los primeros capitulos fueron gladiadores machacando romanos… y para eso me quedo con Astérix.

Lo que pasó es que en el quinto volvió la arena y todo cambió. Con ese entorno volvieron las batallas épicas, con rivales entrenados en la lucha y con esas coreografias magníficas que daban entidad a los mamporros. Ver otra vez gladiadores conocidos saltar y rodar delante de un público enfervorizado nos recordó lo mejor de esa sorprendente primera temporada. Y es que lo mejor de la serie siguen siendo sus coreografías y sus salidas de tono con espíritu gore.

Los hilos que aguantan la tela

Ahora que hemos visto que la tela sigue valiendo toca repasar si los hilos la pueden mantener bien tensada e interesante. En la primera temporada estos hilos, las intrigas y traiciones romanas, fueron la sorpresa más destacable y lo que elevó la serie a otro nivel. En la segunda temporada tardaron bastante en valer la pena y dieron más juego en los teóricos secundarios que en los protagonistas, un mal también algo presente en la primera etapa. Ahora que retomamos el argumento inicial cuesta ver si los giros de argumento tendrán tanto sentido como en los primeros capítulos.

Por el momento hemos sustituido la familia Batiatus por los Glaber y están dando un juego muy similar, los personajes empiezan a cubrir claramente los mismos roles que los antiguos secundarios y hasta el entorno se ha mantenido. Si somos optimistas todo puede ir solidificando y tensando aún más la tela, pero siendo pesimistas cuesta ver como se puede mantener el vínculo entre Glaber y los fugitivos, que, por cierto, no sabemos ni donde están ni como tardan tres días para pasar de un sitio a otro y una tarde para volver atrás.

Personalmente prefiero ver el vaso medio lleno, con unos productores que saben que funciona y que quizás se repiten como el ajo… pero yo es que soy fan del all-i-oli y Spartacus es así, repetitivo, fuerte, algo vulgar, pero a veces delicioso.

Por cierto, he prometido hablar del nuevo protagonista: no es Whitfield y no lo va a ser. Parece muy simplona la afirmación, pero no es gratuita. Tardó tiempo en convencernos el australiano que podía hacer algo más que mirar con ojos de pena y pegar con músculos de acero. En el caso de Liam McIntyre parece que ha empezado algo mejor en lo que a expresividad se refiere, pero tengo la sensación que le falta alma, ese punto torturado que clavaba Whitfield. Pese a eso me parece una sustitución más que correcta y deberíamos acostumbrarnos todos porque la realidad no va a cambiar.

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