Seguimos con el repaso veraniego seriéfilo. Si en la primera edición abrimos con series típicas de verano (por estilo, por ambientación, por tono…) ahora toca otro aspecto típico del verano: el ‘ponerse al día’.
Horas y horas de canícula, pocas ganas de pasear, barrigas llenas… todo esto y mucho más redunda en un concepto: pereza. Esa arma de doble filo nos lleva a tirarnos en el sofá a ver muchas horas de televisión que, viendo el descenso drástico de estrenos, se convierte en horas y horas de series que dejamos atrás por distintas razones. Así que tenemos unos meses para recuperar productos que quedaron descolgados.
Pero si os trasladáis cuatro líneas más arriba (que largo me hago…) recordaréis lo del doble filo ya que la pereza también nos lleva a apartarnos de ‘grandes series’ por distintas razones. Hoy las repasamos.
Por lentas
El verano y, porque no decirlo, la triste vida diaria, nos reclama diversión y ritmo y en muchos casos las ‘grandes series’ tienden a bajar las revoluciones para recrearse en las ambientaciones, sentimientos y estética. Por eso productos (habitualmente del cable) como The Killing pueden dar mucha pereza a algunos. La verdad es que la primera temporada pecó de sinuosa, como esas carreteras que deberían llevarte a la cumbre de una montaña pero se empeñan en dar vueltas y más vueltas en la subida. La duda, siguiendo con el símil, es si el ascenso sería igual de atractivo si hubiera una vía rápida directa a la cima.
Otros ejemplo pueden ser la, a mi parecer, algo sobrevalorada Homeland (que tengo pendiente comentar). En ambos casos sorprende que el telón de fondo sea algo tan habitualmente activo como la investigación de un gran caso y en cambio el ritmo sea tan lánguido. En este grupo podríamos sumar series especiales que destacan por ser más diesel que gasolina: The Sopranos, The Wire, Boardwalk Empire o hasta maravillas iniciáticas como Twin Peaks… En todos estos casos debería decir que uno debe saber dónde se mete antes de empezar. Si eres consciente de lo que vas a ver todas son apetecibles. Eso sí, ni de noche, ni a la hora de la siesta.
Por largas
Cada uno se guía por lo que se guía, pero una cosa que preguntamos todos cuando nos recomiendan una nueva serie es: «¿Y cuántas temporadas tiene?». Objetivamente, probar algo es bueno, pero por mucho que te gusten experiencias nuevas, nadie se compra un vale de cincuenta comidas para un restaurante keniata. Con las series pasa lo mismo. Empezar de cero es difícil, aunque sea con obras maestras como Expediente X, Alias, House, 24, Doctor Who… Todas ellas (sobre todo si son de 24 capítulos por temporada) son buenas, no son lentas, pero es imposible comenzarlas sin pensar en el número total de capítulos.
Aquí deberíamos separar las comedias, ya que al tener generalmente un menor componente seriado sabes que no vas a tener tanta necesidad de seguir adelante si la cosa no funciona. Además la mayoría son de capítulos cortos, 20 minutos. Son como un amor de verano: corto, cómodo y poco serio.
Por canceladas
Si nos cuesta empezar algo sabiendo que va a ser largo, aún nos cuesta más empezar con algo que sabemos que nos va a dejar a medias (aquí no voy a hacer el símil fácil). En muchos casos el producto es válido y hasta bueno, pero el contexto lo llevó a la cancelación y ahora empezar con él es difícil.
Estoy pensando en casos recientes como Lights Out o mitos como Carnivale, pero también experimentos que me gustaron pero hasta yo dejé a medias al saber que ellas me dejarían igual, como Pushing Daisies, Los 4.400 o Rubicon. En este sentido recomiendo un post más extenso sobre el tema de la gente de ¡Vaya Tele!. Para mí las series inacabadas son las que tienen el peor handicap, el más difícil de vencer, aunque todo el mundo nos diga que son obras maestras. Eso sí, importante dejar a parte series que tuvieron un final demasiado pronto pero conclusivo como (y apuntadla a fuego en vuestra mente) Studio 60.
Por fans pesados
Esta lista depende más de vuestro entorno, pero todos sabemos que hay productos que generan fans. Esto significa que son buenos en general, pero generan un efecto rebote: me reboto de los pesados que se ponen.
Series muy seguidas, reconocidas, pero demasiado comunes como House (que repite), la maravillosa Dexter, de culto como Breaking Bad o más actuales como Game of Thrones. Todo este hype nos lleva a generar unas expectativas que sabemos que lo más fácil es que no se cumplan, así que preferimos ya no darles una oportunidad. O simplemente posponerlas aún más, para cuando la gente nos deje en paz y las veamos más de cero.
Por raras
Hay productos difíciles de catalogar y que, por extensión, nos piden más tiempo para ponernos en sintonía. Se trata de series que suelen juntarse con el punto anterior, ya que al ser tan específicas tienen grandes fans. Estoy pensando en productos de humor británico (en su máxima extensión) desde el clásico con The Monty Pythons Flying Circus o The IT Crowd hasta la vena actual decadente del tan aclamado Ricky Gervais. Yo personalmente también añadiría productos híbridos en los que no sabes con que te quedas (Breaking Bad, True Blood,…).
Por todo un poco
Aquí vienen las que todos echáis en falta. Y es que hay series que cumplen con casi todos los ‘problemas’ anteriores. Pese a eso, esta lista es quizás la más obligatoria, puesto que son series que lo tienen todo, también en calidad. Me refiero a series con fans tan entregados como los que genera la larga The West Wing (El Ala Oeste de la Casa Blanca), magnífica obra semi-documental del día a día de un equipo político y comunicacional del gobierno americano (nótese que hablo del equipo, no de las a veces demasiado americanas -en el mal sentido- decisiones del presidente). También hablo de series largas, un poco raras y demasiado trilladas como Lost, un producto que todo seriéfilo debería ver, pero que ningún seriéfilo quiere empezar. Otras que sumaría a la lista serían Mad Men, a la que creo que le está haciendo demasiado daño su punto ‘de culto’.
Está claro que la pereza es individual, así que adelante, completad las listas. Venga, que son dos minutos!